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Una revolución contra el acoso escolar

Posted by Mamen en 3 noviembre 2015


Ver noticia completa en: http://www.finanzas.com/xl-semanal/magazine/20151101/revolucion-contra-acoso-escolar-9002.html

Finlandia ha creado un método que elimina el acoso escolar en el 79 por ciento de los colegios. Una decena de países europeos ya lo han puesto en marcha. Por ejemplo, Gran Bretaña. Viajamos a una escuela galesa para ver en qué consiste el sistema y descubrir las claves de su éxito.

«Nadie dió la cara por mi. Eso es lo que te hunde». Que tus compañeros no digan nada, que no hagan nada o que se rían mientras que alguien te insulta, o te intenta quemar el pelo con un mechero, o postea en Twitter que en el recreo va a haber ‘sangre'».

Rebecca Parkin, una estudiante galesa de 17 años, ha sido blanco del acoso escolar desde los 6. «Soy muy tímida e incluso decir ‘hola’ me cuesta. Por eso se metían conmigo». Lo pasó tan mal que llegó a autolesionarse, dejó de ir a clase y necesitó ayuda psiquiátrica. «Las cosas solo empezaron a cambiar cuando reuní el valor para contar lo que me estaba pasando».

Su ejemplo ilustra la indefensión que sufren las víctimas del acoso escolar. Una indefensión que es una mezcla de impotencia, terror y soledad; la soledad tremenda de un niño que está rodeado de otros niños que se inhiben ante las crueldades del matón de turno o, peor aún, las celebran; no por falta de empatía, sino porque no saben cómo reaccionar. Lo más frustrante del acoso escolar es que el 88 por ciento de las veces ocurre delante de un público que ríe o que calla; cómplice por activa o por pasiva. Movilizar a esos testigos y convertirlos en defensores de la víctima no es fácil, pero es la clave del método KiVa, que ha hecho disminuir drásticamente el acoso en Finlandia y que ya ha comenzado a implantarse en una decena de países.

«Los acosadores suelen ser populares. Y poderosos», explica la psicóloga Christina Salmivalli, de la Universidad finlandesa de Turku, creadora del programa. Normalmente, para que un alumno dé un paso al frente y apoye a la víctima hay que tener un cierto estatus. Prestigio, convicciones morales… Un 17 por ciento es capaz de hacerlo por propia iniciativa. ¿Pero qué pasa con el resto? La originalidad de KiVa radica en que no convierte en héroes a los que no tienen madera de tales, sino que les proporciona herramientas para solidarizarse con el compañero acosado sin tener que recurrir al valor. Y para informar del problema sin convertirse en chivatos. Es toda la clase, y en última instancia la escuela entera, la que se involucra.

Finlandia implantó este sistema tras una situación de alarma nacional. 

KiVa es un juego de palabras (significa ‘guay’ en finés y también es el acrónimo de ‘contra el acoso’). Finlandia lo ha implantado ya en nueve de cada diez colegios, unos 2500. El programa arrancó en un momento de emergencia nacional. En 2007, un joven armado irrumpió en su escuela de la localidad de Jokela y mató a seis estudiantes, la directora y la enfermera; luego se suicidó. Se supo que había padecido acoso escolar durante toda su vida académica. Hubo otra masacre en 2008. Y Finlandia registraba una de las tasas de suicidio adolescente más altas del mundo. Por aquel entonces, el Gobierno ya había decidido encargarles a los investigadores de la Universidad de Turku un plan de choque contra el acoso. Y la sociedad, traumatizada, se lo tomó muy en serio.

KiVa se implantó con fondos públicos. Se realizó un estudio de tres años para evaluar su efectividad. Participaron 234 colegios y 28.000 estudiantes de entre 7 y 15 años. Los resultados fueron espectaculares. Los casos de acoso desaparecieron en el 79 por ciento de las escuelas. Esto propició, además, que aumentase el bienestar en las aulas y también la motivación de los alumnos. Y el buen ambiente sirvió, de rebote, para apuntalar el éxito de Finlandia en las pruebas de Pisa.

«Ser cruel suele ser rentable en términos de popularidad. Nuestro método le da la vuelta a esa premisa y consigue que el acosador quede desacreditado ante el grupo», expone Salmivalli. El enfoque tradicional se centra en la protección de la víctima o en el castigo del acosador. Pero, según la investigadora, es un error intentar cambiar la personalidad del niño que es tímido o inseguro. Y el chulito siempre tendrá un aliciente para intimidarlo. Las consecuencias pueden ser devastadoras y prolongarse hasta la edad adulta. «Lo que nos preocupaba era la dinámica del grupo. Hay grupos que fomentan la intimidación y grupos que la previenen».

El programa ya ha sido exportado a colegios de Francia, Italia, Nueva Zelanda, Países Bajos, Bélgica, Estonia, Suecia, Grecia, Sudáfrica y Estados Unidos, entre otros, tutelados por el equipo finlandés. Se ha comprobado que el acoso escolar disminuye entre un 30 y un 50 por ciento durante el primer año. En el Reino Unido se lanzó un programa piloto en el que participaron 17 escuelas de País de Gales, monitorizado por Judy Hutchings y Susan Clarkson, investigadoras de la Universidad de Bangor. Los resultados han sido tan esperanzadores que este curso se ha implantado en 70 centros galeses e ingleses. «Existen dificultades, por supuesto. Algunos centros prefieren negar que el acoso sea un problema. Y no hay que bajar la guardia. De nada sirve instalar un buzón virtual para que los niños informen del acoso si el profesor encargado de comprobar el correo no lo hace diariamente. Pero el sistema funciona», afirma Hutchings. «KiVa actúa como una vacuna, inmuniza a los niños, les da herramientas para defenderse. Por eso, cuanto más temprano se empiece, mejor», añade Clarkson.

Los chicos deben aprender a interpretar sus emociones y las de sus compañeros. 

¿Cómo funciona KiVa? El programa tiene dos ámbitos: el preventivo y el de intervención. Los estudiantes reciben clases a los 7, 10 y 13 años. Hay lecciones para identificar las emociones de los compañeros y saber cómo se sienten solo por el tono de voz o la expresión corporal. También aprenden a diferenciar qué es el acoso y qué una pelea ocasional. Las clases se completan con videojuegos, material de apoyo y charlas con los padres. El profesor encargado de vigilar el recreo usa un chaleco reflectante para visibilizar el compromiso del colegio.

El equipo KiVa lo suelen formar tres profesores. Son también los encargados de actuar en cuanto se tiene conocimiento de una situación de acoso. Primero se reúnen con la víctima, le dan apoyo y la tranquilizan. Luego hablan con el presunto acosador. Realizan un seguimiento y vuelven a entrevistarse con ambos al cabo de una o dos semanas. Si el problema continúa, también hablan con los padres. El 98 por ciento de los alumnos atendidos por un equipo KiVa aseguraron que su situación había mejorado.

Huw Jones es el profesor encargado de implementar KiVa en el colegio Llanllechid (País de Gales). «Introdujimos el programa en la clase de sexto (9-10 años). Lo hicimos porque pensamos que nos ayudaría a enfrentarnos a situaciones en las cuales nuestros estudiantes podían sentirse solos, apartados o heridos por los comentarios o la apatía de otros. Las lecciones les proporcionan la oportunidad de expresar sus sentimientos en un ambiente seguro. Es toda la comunidad escolar la que está implicada. Los chavales aprenden que el acoso es una conducta violenta que se repite sistemáticamente contra el mismo individuo y durante mucho tiempo. También aprenden que hay muchas maneras de ayudar al compañero, por ejemplo preguntándole cómo está. Que alguien se interese por ti, aunque solo sea una persona, mitiga los efectos del acoso porque rompe el bucle de la soledad. Como dijo Martin Luther King: ‘Al final no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos’».

Escuela de respeto. KiVa se articula en diez lecciones sobre emociones y compañerismo que se realizan a lo largo del curso. Además, se desactiva cualquier conato de acoso en cuanto se detecta mediante entrevistas con los implicados.

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