Viaje de fin de curso de alumnos de cuarto de ESO a Granada. Los estudiantes, de 16 años, se reúnen por las noches en las habitaciones para charlar y pasarlo bien juntos. Todos se congregan en las dependencias salvo una chica, que prefiere irse sola a uno de los salones del hotel donde hay ordenadores y conexión a Internet. Allí pasa un largo rato chateando todas las noches, y también lo hace en cuanto tiene tiempo libre. De ello se percató su docente, Beatriz, que en ese momento fue consciente de lo enganchados que están muchos jóvenes a la computadora.
A este ejemplo se suman otros que aportan docentes de diversos institutos gaditanos. José expone que uno de sus alumnos de Bachillerato no sabe aún si va a continuar en el centro este curso. Según le han comentado los propios compañeros del joven, este chico se está acostando tarde todas las noches, «por eso son muchas las mañanas que no acude al centro a primera hora, y los resultados en las notas no se han hecho esperar a pesar de que es un alumno 10 en casi todas las materias. Este problema -añade- sale a la palestra cada dos por tres, en cada evaluación, en cada reunión con los profesores de un mismo curso», agrega el profesional de la enseñanza.
Almudena es tutora de una clase de cuarto de ESO y asegura que hay un chico en su clase que se queda dormido. «Los padres dicen que ya le han quitado Internet por la noche, pero yo no lo tengo muy claro…».
Inma cuenta que los padres de una de sus alumnas están «preocupadísimos» por su hija, de 16 años, pues en cuanto llega a casa se conecta a Tuenti. «Está enganchada y sus progenitores se quejan de que en las aulas TIC los alumnos puedan entrar con facilidad en las redes sociales sin que los docentes se percaten. La chica no se relaciona con nadie y ha abandonado los estudios. Ahora los padres intentan reconducir la situación, ¿pero cómo controlar a un adolescente si en su dormitorio dispone de un ordenador?».
La profesional manifiesta que es tarea de los padres controlar el uso que sus hijos hacen de las nuevas tecnologías (incluyendo videojuegos, móvil e internet), así como el ofrecerles otras alternativas de ocio. «Los profesores podemos hacer bien poco», mantiene.
Su colega José también hace mención a la responsabilidad que tienen los padres en este asunto. «La mayoría nos cuenta que su hijo se encierra en su dormitorio, donde además de los libros está el ordenador con conexión a Internet. Esto se le advierte a los progenitores que vienen a quejarse de las notas de sus hijos, pero parece que no le dan demasiada importancia porque la forma de estudio del niño no varía».
Por su parte, Beatriz comenta que en su centro han atendido a padres que están «desesperados» porque sus hijos no salen y permanecen largas horas en su cuarto frente al ordenador. «Por mucho que les castiguen sin ordenador, ellos se las apañan para conectarse por las noches a escondidas… resulta sobre todo fácil en las casas donde cada hijo tiene un portátil y hay también ordenador de mesa, además del pc que presta la Junta». Y apunta un dato: La obesidad en los adolescentes no sólo se debe a una mala alimentación, sino también al sedentarismo, y son muchos los jóvenes que no realizan deporte y que se llevan horas enganchados a la computadora.
Otra docente, Yolanda, hace una puntualización sobre este asunto. Considera que los alumnos enganchados a las redes sociales o a los videojuegos tienen, en su mayoría, «padres que no están lo suficientemente implicados en su educación, y la vigilancia es inexistente». «Me sorprendió el caso de un alumno que me contó que a veces se ponía el despertador a las seis de la mañana para jugar a la consola una horita antes de ir al instituto. Él mismo reconocía que estaba enganchado, pero reía al contarlo, totalmente inconsciente de su problema».
Evidentemente, Internet puede ser un peligro si no se controla. Esta afirmación la rubrica el director del IES Drago, Pedro de Vicente, pero también apunta que no hay que tenerle miedo a la red. «Abramos ventanas a nuestros alumnos para ver que Internet es un magnífico instrumento de trabajo». ¿Y cómo lograrlo?. Pues según De Vicente, facilitando el uso de la red como un elemento de trabajo. «No nos podemos negar a la modernidad. Sería un tremendo atraso no usar la potencialidad de este medio. Como todo en la vida, lo que requiere son pactos y acuerdos. Nosotros transmitimos a las familias que no se trata tanto de prohibir sino de pactar horarios de uso, de que el ordenador en las casas sea de uso común o se utilice en espacios comunes». Asimismo, en este centro educativo y en otros de la ciudad se han desarrollado o se van a realizar talleres externos para padres y alumnos sobre los peligros de la red, los peligros de estar enganchado.